MONTALBÁN (TERUEL)

Lo prometido es deuda,ya está el especial de Montalbán,un pequeño tributo al lugar que tan feliz me ha hecho.Mis recuerdos se agolpan ahora que empiezan sus fiestas.
Montalbán es una localidad situada en la comarca Cuencas Mineras de la provincia de Teruel (Aragón-España). Cuenta con una población de 1500 habitantes. Es un enclave privilegiado en el valle del río Martín a unos 850 m. de altitud.
Rodeado de montañas: por el este Las Traviesas (1160 m.), al sur San Just (1522 m.) y Esquinazo (1432 m.), por el oeste Puerto Minguez (1270 m.) y Bañón (1240 m.), al noroeste el puerto de Segura (1305 m.), Salcedillo (1305 m.) y Fonfría (1492 m.) estos últimos en la sierra de Cucalón. Un lugar ideal para los amantes del senderismo.
Montalbán cuenta con un entorno de bellos paisajes, donde destacan las montañas de Santa Bárbara y La Muela, así como los cañones, barrancos y desfiladeros del río Martín, las variadas formaciones rocosas y las cuevas con pinturas rupestres de Peñarroyas. Este espacio natural está encuadrado en el Parque Cultural del Río Martín, que abarca tres comarcas de Teruel. Desde Montalbán se ofrecen varias rutas de senderismo para disfrutar de estos parajes. Montalbán dispone además de un Centro de Interpretación de la Geología y la Espeleología de este parque.
El limpio cielo de Montalbán está considerado uno de los mejores de Europa para la observación astronómica, debido a su altitud, la escasa contaminación lumínica y la cantidad de noches despejadas al año. Por esta razón en el año 2007 se construyó en Montalbán el Observatorio Astronómico de Ítaca, que incluye un planetario. Desde estas instalaciones se pueden observar las estrellas y participar en actividades para grupos de todas las edades.

Geomorfología El paraje viene caracterizado por el espectacular color rojo de las areniscas que forman las paredes del congosto del río Martín. Se trata de areniscas del Buntsandstein que constituyen la base del Triásico en facies Germánica, muy característico de esta zona de la Cordillera Ibérica. Resulta evidente el resalte morfológico que estas areniscas dan al superponerse sobre pizarras y areniscas grises del Paleozoico. La inclinación de los estratos de areniscas, junto con la fracturación que presentan, da lugar a grandes bloques desprendidos en el cauce del río. Fauna y Flora Las paredes rocosas son el lugar de asentamiento de una abundante colonia de buitre común o leonado, águila real y águila perdicera. Además otras aves hallan refugio en las grietas y rugosidades, como el treparriscos, el avión común y el roquero. El río constituye un pasillo verde donde los arbustos y la maleza permiten la presencia de zorros y tejones, además de ginetas. El cauce del río está flanqueado por choperas naturales y en las escarpadas laderas se observan pinos aislados, carrascas y quejigos. En las zonas amplias del valle los pequeños huertos siguen ocupando la mayor parte del terreno, aunque cada vez con más frecuencia están siendo sustituidos por choperas.

Geomorfología
El paraje viene caracterizado por el espectacular color rojo de las areniscas que forman las paredes del congosto del río Martín. Se trata de areniscas del Buntsandstein que constituyen la base del Triásico en facies Germánica, muy característico de esta zona de la Cordillera Ibérica. Resulta evidente el resalte morfológico que estas areniscas dan al superponerse sobre pizarras y areniscas grises del Paleozoico. La inclinación de los estratos de areniscas, junto con la fracturación que presentan, da lugar a grandes bloques desprendidos en el cauce del río.
Fauna y Flora
Las paredes rocosas son el lugar de asentamiento de una abundante colonia de buitre común o leonado, águila real y águila perdicera. Además otras aves hallan refugio en las grietas y rugosidades, como el treparriscos, el avión común y el roquero. El río constituye un pasillo verde donde los arbustos y la maleza permiten la presencia de zorros y tejones, además de ginetas. El cauce del río está flanqueado por choperas naturales y en las escarpadas laderas se observan pinos aislados, carrascas y quejigos. En las zonas amplias del valle los pequeños huertos siguen ocupando la mayor parte del terreno, aunque cada vez con más frecuencia están siendo sustituidos por choperas.

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RUTA DE LOS GRABADOS RUPESTRES
Con una duración de 2 horas y una buena accesibilidad el sendero educativo de los grabados rupestres de Peñas Royas es un regalo para los sentidos, una explosión de color en plena naturaleza.
En primer lugar nos dirigiremos hacia el barrio de Peñas Royas por la carretera local que discurre paralela al curso del río Martín. Si hacemos el recorrido a pie podemos observar las parcelas cultivadas de huertas familiares que se suceden a lo largo del río.
Cuando nos aproximamos el paisaje espectacular y de fuerte colorido rojo (ródeno del Buntsandstein) nos saluda. Las estrechas callejuelas impiden el paso al tráfico rodado por lo que si hemos utilizado un vehículo para desplazarnos nos vemos obligados a dejarlo a la entrada de Peñas Royas.
Un merendero de reciente construcción, a la orilla del río nos invita a reparar fuerzas a la vuelta de nuestro recorrido.
La entrada principal se realiza a través del llamado barrio de la Calabaza que desemboca en una larga y estrecha calle que atraviesa el barrio.
El núcleo de la población ofrece un pintoresco conjunto construido con la piedra de rodeno aprovechando el afloramiento de dicha roca en sus alrededores. Su arquitectura popular está bien conservada, predominando los edificios de tres alturas y la abundancia de solanares. Sus fachadas asoman encaladas hacia sus vías principales, y con material visto -piedra o tapial- hacia las traseras.
En su recorrido puede admirarse la iglesia de Santa María la Mayor, pequeño templo construido en mampostería y sillería de ródeno en las esquinas.
Adosado a la iglesia se halla el antiguo ayuntamiento; su planta baja formada por dos arcos de medio punto sobre la columna central de orden dórico, sirvió antiguamente como trinquete. Al igual que el resto de edificaciones, predomina en su construcción la sillería de rodeno rojo.
Tras cruzar el pueblo, siguiendo la dirección del río, y ya en las afueras del casco urbano, se localizan una serie de eras empedradas, de especial atractivo, que además de estar construidas con losas de arenisca roja, intercaladas con calizas, en muchos casos forman figuras geométricas.
Dejando atrás las eras y siguiendo una estrecha senda que nos llevará a otros parajes de impresionante belleza, encontramos a la izquierda de la senda una losa situada sobre una fuerte pendiente, donde se hallan los grabados rupestres, que nuestros antepasados dejaron como testimonio de su actividad artística y ritual. Son los únicos existentes en el Parque Cultural del Río Martín.
Continuando por el sendero se llega a la zona conocida como Pozos Bolletes, aquí el río sufre un encajonamiento y debe sortear la dificultad de grandes rocas que interrumpen su camino en dirección a Obón.

En nuestras fiestas no puede faltar la charanga, principio y fin de la fiesta diaria

En nuestras fiestas no puede faltar la charanga, principio y fin de la fiesta diaria

Recorrido circular, con alguna que otra subida empinada, alrededor del macizo de La Muela, uno de los símbolos paisajísticos y senderistas de Montalbán. La ruta parte de Montalbán, realizando la aproximación en coche, por una pista señalizada como Ruta de La Muela / Fuente de Valdemiguel que nace a la izquierda, junto a la carretera. Sigue durante aproximadamente un kilómetro y se deja el vehículo en una explanada para comenzar a caminar. Lo primero que aparece es el río Martín, cruzándolo por una pasarela de madera para continuar por una pista que se adentra en un pinar de repoblación. Así, llega a un cruce señalizado que lleva a Valdemiguel y poco después se encuentra con la fuente del mismo nombre. Comienzan las primeras lazadas que poco a poco van ganando altura. Esta es la parte más empinada de todo el camino, la que asciende por la ladera del macizo. En este tramo siguen estando presentes los pinos que se salpican con abundantes guillomos. Sigue por el mismo camino, equipado con barandillas de madera, y en unos minutos, llega al Mirador Geológico de Valdemiguel. Conforme sigue avanzando, se aproxima a la Fuente de los Vaciones que es donde se encuentra un antiguo abrevadero y un cruce de caminos. Coge el de la izquierda para visitar la Cueva del Greñicas y el Mirador de Montalbán y luego regresa al cruce. Continúa hasta llegar al cruce que lleva al Mirador del Morrón Royo y que está perfectamente señalizado. De regreso al desvío del mirador, tan sólo queda descender. El camino de bajada, primero, se hace a través de un descenso pronunciado entre rocas y después, atraviesa de nuevo el pinar mediante un camino ancho y limpio. La última parte se hace a través de una pista rodada que marcha siempre en llano y que llega al cruce señalizado que lleva a Valdemiguel. Por este punto pasó anteriormente, pero ahora lo hará en sentido contrario para recoger el coche y dirigirse nuevamente al pueblo.

Recorrido circular, con alguna que otra subida empinada, alrededor del macizo de La Muela, uno de los símbolos paisajísticos y senderistas de Montalbán.
La ruta parte de Montalbán, realizando la aproximación en coche, por una pista señalizada como Ruta de La Muela / Fuente de Valdemiguel que nace a la izquierda, junto a la carretera. Sigue durante aproximadamente un kilómetro y se deja el vehículo en una explanada para comenzar a caminar.
Lo primero que aparece es el río Martín, cruzándolo por una pasarela de madera para continuar por una pista que se adentra en un pinar de repoblación. Así, llega a un cruce señalizado que lleva a Valdemiguel y poco después se encuentra con la fuente del mismo nombre.
Comienzan las primeras lazadas que poco a poco van ganando altura. Esta es la parte más empinada de todo el camino, la que asciende por la ladera del macizo. En este tramo siguen estando presentes los pinos que se salpican con abundantes guillomos.
Sigue por el mismo camino, equipado con barandillas de madera, y en unos minutos, llega al Mirador Geológico de Valdemiguel.
Conforme sigue avanzando, se aproxima a la Fuente de los Vaciones que es donde se encuentra un antiguo abrevadero y un cruce de caminos. Coge el de la izquierda para visitar la Cueva del Greñicas y el Mirador de Montalbán y luego regresa al cruce.
Continúa hasta llegar al cruce que lleva al Mirador del Morrón Royo y que está perfectamente señalizado. De regreso al desvío del mirador, tan sólo queda descender.
El camino de bajada, primero, se hace a través de un descenso pronunciado entre rocas y después, atraviesa de nuevo el pinar mediante un camino ancho y limpio.
La última parte se hace a través de una pista rodada que marcha siempre en llano y que llega al cruce señalizado que lleva a Valdemiguel. Por este punto pasó anteriormente, pero ahora lo hará en sentido contrario para recoger el coche y dirigirse nuevamente al pueblo.

El Greñicas La tradición oral cuenta la leyenda de un agricultor de Montalbán llamado Juan Espés que, a finales del siglo XIX, se vio obligado a "echarse al monte" al haber desafíado a un adinerado y poderoso cacique local por los abusos que cometía contra los pobres y al que dejó maltrecho tras una pelea. Juan encontró refugio en el macizo de La Muela donde, perseguido por los seguidores y criados del cacique, éste pudo despistarlos al refugiarse en cueva, cuya entrada -circular y de pequeñas dimensiones-, quedaba oculta por los matojos que crecían a su alrededor. Refugiado en el monte, descuidó su aspecto hasta que una larga y desordenada cabellera creció a la par que su barba con el paso de los días, alimentándose de lo que el monte le ofrecía y saciando su sed gracias a los manantiales que brotan en el macizo, la fuente de los Vaciones -muy cerca de la cueva-, y la fuente de Valdemiguel. El paso del tiempo hizo pensar a Juan, que ya habrían olvidado en la localidad su reyerta con el cacique y optó por retornar para recabar noticias de su familia. Su aspecto descuidado y su melena le merecieron el apodo del "Greñicas" y contó que se refugió en una cueva que desde entonces se la conoce en Montalbán como la cueva del Greñicas. Sin embargo fue apresado y levado a presidio -al parecer, al penal de Melilla-, del que se fugó en numerosas ocasiones, hacia tierras montalbinas, formando una cuadrilla de bandoleros que recorrieron el río Martín. Sin embargo, cansado de vivir acosado por las fuerzas de orden público, escapó a Francia, donde tuvo familia y murió. texto: guía del Parque Cultural del Río Martín

El Greñicas
La tradición oral cuenta la leyenda de un agricultor de Montalbán llamado Juan Espés que, a finales del siglo XIX, se vio obligado a «echarse al monte» al haber desafíado a un adinerado y poderoso cacique local por los abusos que cometía contra los pobres y al que dejó maltrecho tras una pelea. Juan encontró refugio en el macizo de La Muela donde, perseguido por los seguidores y criados del cacique, éste pudo despistarlos al refugiarse en cueva, cuya entrada -circular y de pequeñas dimensiones-, quedaba oculta por los matojos que crecían a su alrededor.
Refugiado en el monte, descuidó su aspecto hasta que una larga y desordenada cabellera creció a la par que su barba con el paso de los días, alimentándose de lo que el monte le ofrecía y saciando su sed gracias a los manantiales que brotan en el macizo, la fuente de los Vaciones -muy cerca de la cueva-, y la fuente de Valdemiguel.
El paso del tiempo hizo pensar a Juan, que ya habrían olvidado en la localidad su reyerta con el cacique y optó por retornar para recabar noticias de su familia. Su aspecto descuidado y su melena le merecieron el apodo del «Greñicas» y contó que se refugió en una cueva que desde entonces se la conoce en Montalbán como la cueva del Greñicas. Sin embargo fue apresado y levado a presidio -al parecer, al penal de Melilla-, del que se fugó en numerosas ocasiones, hacia tierras montalbinas, formando una cuadrilla de bandoleros que recorrieron el río Martín. Sin embargo, cansado de vivir acosado por las fuerzas de orden público, escapó a Francia, donde tuvo familia y murió.
texto: guía del Parque Cultural del Río Martín

Como toda la provincia de Teruel, y Aragón en general, Montalbán es un pueblo de gente alegre y amante de las fiestas populares, y celebran muchas a lo largo del año. Comienzan en enero con las Hogueras de San Antón; después de Semana Santa celebran, el lunes más cercano a Pentecostés, la Romería a los Santos (Fabián y Sebastián). San Cristóbal también es una fecha festejada en Montalbán, y al llegar septiembre tienen dos fines de semana seguidos llenos de celebraciones: las Fiestas de los Mozos, y las Fiestas Patronales en honor a la Virgen del Castillo y a San Fausto.

Como toda la provincia de Teruel, y Aragón en general, Montalbán es un pueblo de gente alegre y amante de las fiestas populares, y celebran muchas a lo largo del año. Comienzan en enero con las Hogueras de San Antón; después de Semana Santa celebran, el lunes más cercano a Pentecostés, la Romería a los Santos (Fabián y Sebastián). San Cristóbal también es una fecha festejada en Montalbán, y al llegar septiembre tienen dos fines de semana seguidos llenos de celebraciones: las Fiestas de los Mozos, y las Fiestas Patronales en honor a la Virgen del Castillo y a San Fausto.

Nunca falta el toro embolao, y nustros mozos ya son expertos en embolarlos

Nunca falta el toro embolao, y nustros mozos ya son expertos en embolarlos

Todas estas fiestas se celebran, entre otras actividades, con comidas populares y verbenas, y con toros y vaquillas, a los que son aficionados como es tradición en la zona de Teruel.

Todas estas fiestas se celebran, entre otras actividades, con comidas populares y verbenas, y con toros y vaquillas, a los que son aficionados como es tradición en la zona de Teruel.

MANANTIAL/MIRADOR VALDEMIGUEL

El hada de Montalbán Humillante a no dudar, tenía que ser para los italianos aquel largo dominar del esforzado Alonso V de Aragón, en buena parte de su patrio suelo, desde que en 1420, la reina Juana de Nápoles, lo llamara en su socorro, cuando el aragonés ya tenía domeñada la Cerdeña... Y el esfuerzo para expulsar al dominador tenía que ser definitivo. Al objeto, formaron liga: el Papa, los venecianos, los florentinos y los genoveses, con ayuda clara de casi todos los príncipes de Italia para echar de ella a los aragoneses. Pero, don Alonso, con ánimo valeroso, hizo frente a todos, puso cerco a Nápoles , y la bella ciudad del Vesubio hubo de rendirse a las armas de Aragón. La entrada de don Alonso en Nápoles fue solemnemente triunfal (y así perpetuóse, luego, en monumental fachada del regio palacio), como correspondía al éxito alcanzado y al poderío de tan esforzado Rey. Era el año 1443. Convocó en seguida Parlamento, hizo jurar como sucesor suyo en aquel reino a su hijo don Hernando, pactó la paz con el Pontífice, y pronto la corte napolitana fue un emporio de sabiduría, en donde la cultura aragonesa del siglo XV -el siglo de oro de Aragón-, llevada allí por Alonso el Magnánimo, fue la levadura del Renacimiento que tanta gloria diera luego a Italia. Y fue entonces cuando don Berenguer de Azlor, el bizarro caballero, que tanto se distinguiera por su valor en el ejercicio de las armas, como por su ingenio en el de las letras, acercóse reverente al Rey, diciéndole: -"Señor: Prestéos, muy honrado, mis servicios, mientras juzgasteis vos de me necesitar. Hoy que la paz reina en vuestros estados de Italia, pido vuestra licencia, Señor, para regresar al suelo patrio, donde -allá, en la capital de vuestro reino- hace años me espera con ansias de amor, fielmente correspondidas, una dama que es señora de mi corazón y de mis pensamientos, y cuya mano voy a solicitar." Y, con la venia del Rey, don Berenguer partió para Aragón. II Aquel palacio, de sabor gótico no lejos del Temple (del que no queda hoy más que la calle de su nombre), es la concha que encierra... que aprisiona diríamos mejor, la perla más hermosa que Zaragoza viera. Rubia como los soles, esbelta cual la palmera, hermosa como una Venus, y pudorosa y casta como una santa Virgen: tal era doña Aldonza de Entenza, huérfana y heredera de ilustre nombre y de cuantiosa fortuna, y encomendada al cuidado y tutoría del noble prócer don Jaime de Bolea, señor, ya entrado en años, y viudo a la sazón. El haberla acogido de niña y las gracias y encantos de la huérfana, habían engendrado en don Jaime afectos y sentimientos, que ni él mismo acertaba a clasificar; pero que eran hondamente sentidos, y tiernamente pagados por la linda huérfana. El de Bolea no sabía mirar por otros ojos que por los de la hermosa Aldonza; quien, no obstante, suspiraba por ausentes amores y prolongadas ausencias. Un día de fines de diciembre de 1443, y mientras doña Aldonza hallábase orando ante el Sagrado Pilar, pidiendo acaso la vuelta del ser querido, vio que apuesto y gentil guerrero sin despojarse aún de las armas, se acercaba sumiso y devoto a la Santa Imagen y depositaba, como ofrenda, su espada de combate. Dióle entonces a Aldonza un vuelco el corazón, y una súbita alegría inundó su alma toda. * * * -¿Don Jaime de Bolea?- preguntaban poco después en la casa de la calle del Temple. Y pasado, que fue, el visitante, pronto reconoció en él, don Jaime, al esforzado paladín y nobilísimo caballero don Berenguer de Azlor. -Conozco el objeto de vuestra visita -adelantóse a decir el de Bolea-. Pero... -¿Qué?... ¿qué?... -cortó con ansiedad el recién llegado. -¡Que vuestro amor es... (¡sensible es decirlo, pero hay que decirlo, y pronto!) es imposible. -¿Qué estáis diciendo? ¿Impo... si...? No pudo seguir don Berenguer. Hubiera él querido tener frente a sí en aquel momento, a todos y juntos los enemigos contra quienes combatió; para acometer, ahora, intrépido, contra ellos, y vengarse de su desgracia en alguien; ya que, en el noble tutor de su amada, no podía hacerlo. ¡Dios de Dios! -¡Calma! ¡Calma! -repuso don Jaime-. ¡No son los hombres los culpables!... ¡Es la fatalidad, la horrible fatalidad! -¿Pues?... -¡Estáis, don Berenguer, enamorado de vuestra propia hermana! Y unos documentos, exhibidos por el de Bolea, probaron a don Berenguer la certidumbre de su desgracia. III En la confluencia del ya caudaloso Martín, con el modesto Adobas, se halla enclavada la antes poderosa, y hoy maltrecha villa de Montalbán. Y, hacia la parte sur, elévase un picacho, adosada, al cual, halláse una iglesia, si bien espaciosa, estéticamente pobre; al punto, que nadie adivinara en ella la antigua fortaleza de la Encomendada de Santiago, si, subiendo a las alturas, no advirtiera en su cimborrio, ventanales ojivos y otros restos de perdidas artísticas grandezas, amén de huellas de un foso, que aún circunda la Iglesia-fortaleza. Y, ya en la cima del picacho, adviértese otro, frontero, en las faldas del macizo de Sant Just, separados ambos por el río Martín, al que sirven como de guardias o centinelas, y en aquel que fue paso importantísimo de la ruta de Valencia, cuando antaño ascendía ésta por el macizo, atravesando su gran meseta (todavía marcan hoy la tal ruta una larga hilera de pilares que, por su altura, nunca salva la nieve, sirviendo así de guía al caminante), y descendía hacia Aliaga, para tomar el curso de Alfambra, y, luego, el del Guadalaviar, hasta entrar en Valencia. Tal fue la ruta seguida por Rodrigo Díaz de Vivar. Y aún lleva su nombre: "Peña del Cid", el segundo de los picachos: aquel que antes fuera fortaleza goda con el nombre de Pina Castel, junto a la antigua Libana, en las lindes orientales de la Celtiberia. Como hada del roquero castillo, habitábalo, a mediados del siglo XV, una enlutada dama, que, mientras la luz diurna se lo permitía, pasábase las horas contemplando, extática, el próximo y frontero castillo de la Encomienda. Y luego, cuando las sombras de la noche le impedían avizorar lo que parecía ser el objeto de sus ilusiones, la dama descendía de la Peña y, descompuesto el semblante, extraviada la mirada, suelta la cabellera, corría por entre los peñascos como genio de las sombras, como hada de los bosques... Y, atraída por el eco de las campanas que, a los caballeros religiosos del castillo-monasterio de la Encomienda, llamaba a la oración, la dama se acercaba al pie de la muralla. Y, allí, en el silencio de la noche, escuchaba con éxtasis la mística salmodia, que salía por los góticos pintados ventanales, y que mezclándose con sus sollozos, iba a perderse en el murmullo de las aguas del Martín. Y, extinguido que era el cántico religioso, la dama regresaba a la hora de las tinieblas por entre bosques y peñascales, hacia su empinada residencia, huyendo de las gentes, si por acaso encontraba, exclamando: "¡Era mi hermano!... ¡Era mi hermano!"... Y la dama se encerraba en la fortaleza del Cid. ¡Desdichada doña Aldonza!... ¿Por qué llevaba vida tal?... ¿Por qué aquel castillo frontero era atractivo de su existencia?... ¡Ah! Aunque el enamorado doncel, Berenguer de Azlor, tratara de borrar las huellas de la suya, tras la rota de su corazón, supo al fin la de Entenza que el que fue predilecto de su alma, era, un día, caballero profeso de la Orden de Santiago, con voto de castidad, en la Encomienda de Montalbán. IV Luengos años prolongó así su existencia desdichada la desdichada Aldonza... Un día, al caer la tarde, cuando el sol lanzaba sus postreros rayos sobre la Peña del Cid, inundando, a la vez, de resplandores el picacho de Montalbán. Aldonza descendía de la montaña hacia el castillo de la Encomienda... ¡Qué huella habían dejado las penas en su belleza virginal!... ¡Pobre azucena, marchitada por las furias del infortunio!... ¿Qué glorioso influjo guiaba a la pobre Aldonza hacia el santo lugar?... Pasando la muralla por la solitaria puerta de Santa Engracia, llegó al pórtico del templo, y, vacilante, se detuvo... Las sombras de la noche ya invadían su interior; y un silencio sepulcral denunciaba la soledad absoluta... Y entró... A la luz de una lámpara blanquecina y temblorosa, Aldonza, impaciente recorrió la iglesia buscando, buscando... Al fin, halló una recia puerta, empujó y descendió a la cripta... Allí estaban los sepulcros de los Caballeros de Santiago. (Todo ello, con la iglesia -que luego fue restaurada- desapareció en la guerra de la Independencia.) Una débil lámpara que iluminaba la imagen de un Santo Cristo, sobre un sepulcro, hízola detenerse, y leyó un nombre: "Berenguer de Azlor"... Alzó la dama sus ojos, con extraña, plácida sonrisa hacia la imagen del Salvador, e impulsada por inexplicable fuerza ascendió al camerín, abrazóse al Santo Cristo, cubrió su rostro de lágrimas y Aldonza desprendióse bruscamente, cayendo exánime sobre la tumba de Berenguer... Cuando los sirvientes de la iglesia reconocían ésta para cerrar, hallaron a doña Aldonza rígida y yerta como una de esas estatuas yacentes que adornan los panteones. Y allá mismo diz que fue sepultada la errante dama, bajo esta inscripción: Aquí reposan, juntos en la muerte, los que tanto se amaron en la vida. ¡Dios piadoso les dé buena acogida, ante su infausta suerte! V Atravesaba el claustro grandioso del grandioso convento de San Francisco -víctima de las bombas francesas, como tantos otros monumentos de Zaragoza- un fraile de noble semblante y cabeza cana, bajo cuyo tosco sayal, adivinábase, en andares y actitudes, cierta distinción aristocrática... Y alguien, al verlo, recordó: ¡Ah! ¡Sí! Aquel noble prócer, tutor de una hermosa doncella, que, enamorado de sus encantos y no pudiendo hacerla suya, impidió que fuese de otro, fingiendo -hasta con falsos documentos- que entre éste y la dama mediaba un impedimento de hermandad. -¿Don Jaime de Bolea?... -¡Así se llamó en el siglo! VI Las misiones de Marruecos atraían, entonces, a los más fervorosos apóstoles de Cristo... La nave atravesaba el estrecho... Una horrible tempestad hizo que el mar se tragara la nave... Con ella se hundió, el último, abrazado a un Crucifijo y gritando: "¡Perdón, Señor, perdón!", el P. Jaime de Bolea. Dr. G. García-Arista Académico c. de la Española y de la Historia (1935)

El hada de Montalbán
Humillante a no dudar, tenía que ser para los italianos aquel largo dominar del esforzado Alonso V de Aragón, en buena parte de su patrio suelo, desde que en 1420, la reina Juana de Nápoles, lo llamara en su socorro, cuando el aragonés ya tenía domeñada la Cerdeña… Y el esfuerzo para expulsar al dominador tenía que ser definitivo. Al objeto, formaron liga: el Papa, los venecianos, los florentinos y los genoveses, con ayuda clara de casi todos los príncipes de Italia para echar de ella a los aragoneses. Pero, don Alonso, con ánimo valeroso, hizo frente a todos, puso cerco a Nápoles , y la bella ciudad del Vesubio hubo de rendirse a las armas de Aragón. La entrada de don Alonso en Nápoles fue solemnemente triunfal (y así perpetuóse, luego, en monumental fachada del regio palacio), como correspondía al éxito alcanzado y al poderío de tan esforzado Rey. Era el año 1443. Convocó en seguida Parlamento, hizo jurar como sucesor suyo en aquel reino a su hijo don Hernando, pactó la paz con el Pontífice, y pronto la corte napolitana fue un emporio de sabiduría, en donde la cultura aragonesa del siglo XV -el siglo de oro de Aragón-, llevada allí por Alonso el Magnánimo, fue la levadura del Renacimiento que tanta gloria diera luego a Italia.
Y fue entonces cuando don Berenguer de Azlor, el bizarro caballero, que tanto se distinguiera por su valor en el ejercicio de las armas, como por su ingenio en el de las letras, acercóse reverente al Rey, diciéndole:
-«Señor: Prestéos, muy honrado, mis servicios, mientras juzgasteis vos de me necesitar. Hoy que la paz reina en vuestros estados de Italia, pido vuestra licencia, Señor, para regresar al suelo patrio, donde -allá, en la capital de vuestro reino- hace años me espera con ansias de amor, fielmente correspondidas, una dama que es señora de mi corazón y de mis pensamientos, y cuya mano voy a solicitar.»
Y, con la venia del Rey, don Berenguer partió para Aragón.
II
Aquel palacio, de sabor gótico no lejos del Temple (del que no queda hoy más que la calle de su nombre), es la concha que encierra… que aprisiona diríamos mejor, la perla más hermosa que Zaragoza viera. Rubia como los soles, esbelta cual la palmera, hermosa como una Venus, y pudorosa y casta como una santa Virgen: tal era doña Aldonza de Entenza, huérfana y heredera de ilustre nombre y de cuantiosa fortuna, y encomendada al cuidado y tutoría del noble prócer don Jaime de Bolea, señor, ya entrado en años, y viudo a la sazón. El haberla acogido de niña y las gracias y encantos de la huérfana, habían engendrado en don Jaime afectos y sentimientos, que ni él mismo acertaba a clasificar; pero que eran hondamente sentidos, y tiernamente pagados por la linda huérfana. El de Bolea no sabía mirar por otros ojos que por los de la hermosa Aldonza; quien, no obstante, suspiraba por ausentes amores y prolongadas ausencias.
Un día de fines de diciembre de 1443, y mientras doña Aldonza hallábase orando ante el Sagrado Pilar, pidiendo acaso la vuelta del ser querido, vio que apuesto y gentil guerrero sin despojarse aún de las armas, se acercaba sumiso y devoto a la Santa Imagen y depositaba, como ofrenda, su espada de combate.
Dióle entonces a Aldonza un vuelco el corazón, y una súbita alegría inundó su alma toda.
* * *
-¿Don Jaime de Bolea?- preguntaban poco después en la casa de la calle del Temple.
Y pasado, que fue, el visitante, pronto reconoció en él, don Jaime, al esforzado paladín y nobilísimo caballero don Berenguer de Azlor.
-Conozco el objeto de vuestra visita -adelantóse a decir el de Bolea-. Pero…
-¿Qué?… ¿qué?… -cortó con ansiedad el recién llegado.
-¡Que vuestro amor es… (¡sensible es decirlo, pero hay que decirlo, y pronto!) es imposible.
-¿Qué estáis diciendo? ¿Impo… si…?
No pudo seguir don Berenguer. Hubiera él querido tener frente a sí en aquel momento, a todos y juntos los enemigos contra quienes combatió; para acometer, ahora, intrépido, contra ellos, y vengarse de su desgracia en alguien; ya que, en el noble tutor de su amada, no podía hacerlo. ¡Dios de Dios!
-¡Calma! ¡Calma! -repuso don Jaime-. ¡No son los hombres los culpables!… ¡Es la fatalidad, la horrible fatalidad!
-¿Pues?…
-¡Estáis, don Berenguer, enamorado de vuestra propia hermana!
Y unos documentos, exhibidos por el de Bolea, probaron a don Berenguer la certidumbre de su desgracia.
III
En la confluencia del ya caudaloso Martín, con el modesto Adobas, se halla enclavada la antes poderosa, y hoy maltrecha villa de Montalbán. Y, hacia la parte sur, elévase un picacho, adosada, al cual, halláse una iglesia, si bien espaciosa, estéticamente pobre; al punto, que nadie adivinara en ella la antigua fortaleza de la Encomendada de Santiago, si, subiendo a las alturas, no advirtiera en su cimborrio, ventanales ojivos y otros restos de perdidas artísticas grandezas, amén de huellas de un foso, que aún circunda la Iglesia-fortaleza. Y, ya en la cima del picacho, adviértese otro, frontero, en las faldas del macizo de Sant Just, separados ambos por el río Martín, al que sirven como de guardias o centinelas, y en aquel que fue paso importantísimo de la ruta de Valencia, cuando antaño ascendía ésta por el macizo, atravesando su gran meseta (todavía marcan hoy la tal ruta una larga hilera de pilares que, por su altura, nunca salva la nieve, sirviendo así de guía al caminante), y descendía hacia Aliaga, para tomar el curso de Alfambra, y, luego, el del Guadalaviar, hasta entrar en Valencia.
Tal fue la ruta seguida por Rodrigo Díaz de Vivar. Y aún lleva su nombre: «Peña del Cid», el segundo de los picachos: aquel que antes fuera fortaleza goda con el nombre de Pina Castel, junto a la antigua Libana, en las lindes orientales de la Celtiberia.
Como hada del roquero castillo, habitábalo, a mediados del siglo XV, una enlutada dama, que, mientras la luz diurna se lo permitía, pasábase las horas contemplando, extática, el próximo y frontero castillo de la Encomienda. Y luego, cuando las sombras de la noche le impedían avizorar lo que parecía ser el objeto de sus ilusiones, la dama descendía de la Peña y, descompuesto el semblante, extraviada la mirada, suelta la cabellera, corría por entre los peñascos como genio de las sombras, como hada de los bosques… Y, atraída por el eco de las campanas que, a los caballeros religiosos del castillo-monasterio de la Encomienda, llamaba a la oración, la dama se acercaba al pie de la muralla. Y, allí, en el silencio de la noche, escuchaba con éxtasis la mística salmodia, que salía por los góticos pintados ventanales, y que mezclándose con sus sollozos, iba a perderse en el murmullo de las aguas del Martín.
Y, extinguido que era el cántico religioso, la dama regresaba a la hora de las tinieblas por entre bosques y peñascales, hacia su empinada residencia, huyendo de las gentes, si por acaso encontraba, exclamando: «¡Era mi hermano!… ¡Era mi hermano!»… Y la dama se encerraba en la fortaleza del Cid.
¡Desdichada doña Aldonza!… ¿Por qué llevaba vida tal?… ¿Por qué aquel castillo frontero era atractivo de su existencia?… ¡Ah! Aunque el enamorado doncel, Berenguer de Azlor, tratara de borrar las huellas de la suya, tras la rota de su corazón, supo al fin la de Entenza que el que fue predilecto de su alma, era, un día, caballero profeso de la Orden de Santiago, con voto de castidad, en la Encomienda de Montalbán.
IV
Luengos años prolongó así su existencia desdichada la desdichada Aldonza… Un día, al caer la tarde, cuando el sol lanzaba sus postreros rayos sobre la Peña del Cid, inundando, a la vez, de resplandores el picacho de Montalbán. Aldonza descendía de la montaña hacia el castillo de la Encomienda… ¡Qué huella habían dejado las penas en su belleza virginal!… ¡Pobre azucena, marchitada por las furias del infortunio!… ¿Qué glorioso influjo guiaba a la pobre Aldonza hacia el santo lugar?… Pasando la muralla por la solitaria puerta de Santa Engracia, llegó al pórtico del templo, y, vacilante, se detuvo… Las sombras de la noche ya invadían su interior; y un silencio sepulcral denunciaba la soledad absoluta… Y entró… A la luz de una lámpara blanquecina y temblorosa, Aldonza, impaciente recorrió la iglesia buscando, buscando… Al fin, halló una recia puerta, empujó y descendió a la cripta… Allí estaban los sepulcros de los Caballeros de Santiago. (Todo ello, con la iglesia -que luego fue restaurada- desapareció en la guerra de la Independencia.) Una débil lámpara que iluminaba la imagen de un Santo Cristo, sobre un sepulcro, hízola detenerse, y leyó un nombre: «Berenguer de Azlor»… Alzó la dama sus ojos, con extraña, plácida sonrisa hacia la imagen del Salvador, e impulsada por inexplicable fuerza ascendió al camerín, abrazóse al Santo Cristo, cubrió su rostro de lágrimas y Aldonza desprendióse bruscamente, cayendo exánime sobre la tumba de Berenguer…
Cuando los sirvientes de la iglesia reconocían ésta para cerrar, hallaron a doña Aldonza rígida y yerta como una de esas estatuas yacentes que adornan los panteones.
Y allá mismo diz que fue sepultada la errante dama, bajo esta inscripción:
Aquí reposan, juntos en la muerte,
los que tanto se amaron en la vida.
¡Dios piadoso les dé buena acogida,
ante su infausta suerte!
V
Atravesaba el claustro grandioso del grandioso convento de San Francisco -víctima de las bombas francesas, como tantos otros monumentos de Zaragoza- un fraile de noble semblante y cabeza cana, bajo cuyo tosco sayal, adivinábase, en andares y actitudes, cierta distinción aristocrática…
Y alguien, al verlo, recordó:
¡Ah! ¡Sí! Aquel noble prócer, tutor de una hermosa doncella, que, enamorado de sus encantos y no pudiendo hacerla suya, impidió que fuese de otro, fingiendo -hasta con falsos documentos- que entre éste y la dama mediaba un impedimento de hermandad.
-¿Don Jaime de Bolea?…
-¡Así se llamó en el siglo!
VI
Las misiones de Marruecos atraían, entonces, a los más fervorosos apóstoles de Cristo… La nave atravesaba el estrecho… Una horrible tempestad hizo que el mar se tragara la nave… Con ella se hundió, el último, abrazado a un Crucifijo y gritando: «¡Perdón, Señor, perdón!», el P. Jaime de Bolea.
Dr. G. García-Arista
Académico c. de la Española y de la Historia (1935)

La localidad de Peñarroyas, ubicada en la margen izquierda del río Martín, es en la actualidad una pedanía del municipio de Montalbán, conocida por este nombre debido al marcado color rojo de los abruptos Peñascos rocosos que componen las formaciones de areniscas, a cuyo pie creció la localidad y que canalizan el río Martín y limitan la población por el norte. Estas areniscas del Triásico (areniscas rojas del Buntsandstein) conocidas popularmente como Rodeno, no solo configuran el paisaje de la zona sino que también han configurado la particular arquitectura de esta localidad, que se nos muestra bien conservada manteniendo el sabor popular tradicional. Peñarroyas nos ofrece unos edificios en los que destaca la presencia de sillares de rodeno bien trabajados y la abundancia de miradores-solanares en los altos. Por otro lado, los afloramientos de materiales del carbonífero al sur de la localidad -los más antiguos del Parque Cultural-, también forman parte de la arquitectura, al aprovechar las características losetas de color grisáceo que entremezcladas en algunos casos con las areniscas rojas en las construcciones forman bonitos contrastes. De destacar son la abundancia de pequeñas construcciones tradicionales, realizadas en su mayoría con estas losetas grisáceas, denominadas popularmente como "cochiqueras" destinadas para la cría y engorde del cerdo con destino a las "matacías" típicas de invierno y principal sostén de la economía familiar. La calle principal es una continuación de la carretera local que desde Montalbán muere en la localidad, sin que ésta -dada la estrechez de los edificios de su entrada-, permita el tráfico rodado. La calle sigue la cota que marca la curva de nivel, de forma que los desniveles no son importantes, atravesando el pueblo en dirección norte, siguiendo paralela al discurrir del río Martín. A ambos lados de la calle creció la edificación, adaptándose los edificios a las terrazas del pie de la ladera sobre la que se asienta la localidad. Alcanzan en su mayoría las tres alturas. En la plaza, se localizan los dos edificios más destacados de Peñarroyas, el antiguo ayuntamiento y la iglesia de Santa María la Mayor. El ayuntamiento tiene de dos alturas y esta realizado en mampostería de rodeno, conservando en la inferior la antigua lonja con dos arcos de medio punto sobre una columna central, cerrados mediante carpintería y cristalería que han permitido adaptar su uso en la actualidad para bar y centro social. En el piso superior todavía mantiene dos salas donde se localiza la vieja escuela de la localidad. Este edificio se halla adosado a la iglesia de Santa María La Mayor , y siguió su tipología constructiva, realizada en mampostería. Aunque en el caso de la Iglesia, ésta muestra buena sillería en las esquinas. Este pequeño pero a su vez coqueto templo muestra a la plaza una sencilla portada de medio punto, sobre la cual hay una hornacina que debió presidir la titular del templo. Encima un vano permite la iluminación con luz natural del interior de la iglesia. Una pequeña torre se alza sobre el lado de la epístola y también está realizada en mampostería y buena sillería de rodeno, configurando dos cuerpos, el inferior cuadrado con cornisa y el superior ochavado y con vanos de medio punto. En la parte alta del pueblo se localizan los rectos constructivos en sillería de la ermita de Santa Bárbara. Después de la plaza, el eje principal se bifurca en dos direcciones. Por un lado y continuando la cota de nivel, se prolonga en una senda hasta el tradicional barrio de eras -a las afueras de la población-, que en muchos casos se presentan empedradas con losas de rodeno, configurando siluetas geométricas y radioconcéntricas en torno a una losa central, para morir la senda en el río a la altura de los Pozos Bolletes. Por el otro, la calle muere tras conectar a la altura de un antiguo peirón que marca e indica la dirección, con una calzada empedrada que nos ayuda a ascender al alto del Portillo , confluencia de las sendas hacia las localidades vecinas -Obón y La Hoz de la Vieja-, y un espectacular mirador que muestra la destacada riqueza de vistas y variedad cromática del armónico paisaje de Peñarroyas y su entorno.

La localidad de Peñarroyas, ubicada en la margen izquierda del río Martín, es en la actualidad una pedanía del municipio de Montalbán, conocida por este nombre debido al marcado color rojo de los abruptos Peñascos rocosos que componen las formaciones de areniscas, a cuyo pie creció la localidad y que canalizan el río Martín y limitan la población por el norte. Estas areniscas del Triásico (areniscas rojas del Buntsandstein) conocidas popularmente como Rodeno, no solo configuran el paisaje de la zona sino que también han configurado la particular arquitectura de esta localidad, que se nos muestra bien conservada manteniendo el sabor popular tradicional. Peñarroyas nos ofrece unos edificios en los que destaca la presencia de sillares de rodeno bien trabajados y la abundancia de miradores-solanares en los altos.
Por otro lado, los afloramientos de materiales del carbonífero al sur de la localidad -los más antiguos del Parque Cultural-, también forman parte de la arquitectura, al aprovechar las características losetas de color grisáceo que entremezcladas en algunos casos con las areniscas rojas en las construcciones forman bonitos contrastes.
De destacar son la abundancia de pequeñas construcciones tradicionales, realizadas en su mayoría con estas losetas grisáceas, denominadas popularmente como «cochiqueras» destinadas para la cría y engorde del cerdo con destino a las «matacías» típicas de invierno y principal sostén de la economía familiar.
La calle principal es una continuación de la carretera local que desde Montalbán muere en la localidad, sin que ésta -dada la estrechez de los edificios de su entrada-, permita el tráfico rodado. La calle sigue la cota que marca la curva de nivel, de forma que los desniveles no son importantes, atravesando el pueblo en dirección norte, siguiendo paralela al discurrir del río Martín.
A ambos lados de la calle creció la edificación, adaptándose los edificios a las terrazas del pie de la ladera sobre la que se asienta la localidad. Alcanzan en su mayoría las tres alturas. En la plaza, se localizan los dos edificios más destacados de Peñarroyas, el antiguo ayuntamiento y la iglesia de Santa María la Mayor.
El ayuntamiento tiene de dos alturas y esta realizado en mampostería de rodeno, conservando en la inferior la antigua lonja con dos arcos de medio punto sobre una columna central, cerrados mediante carpintería y cristalería que han permitido adaptar su uso en la actualidad para bar y centro social. En el piso superior todavía mantiene dos salas donde se localiza la vieja escuela de la localidad.
Este edificio se halla adosado a la iglesia de Santa María La Mayor , y siguió su tipología constructiva, realizada en mampostería. Aunque en el caso de la Iglesia, ésta muestra buena sillería en las esquinas. Este pequeño pero a su vez coqueto templo muestra a la plaza una sencilla portada de medio punto, sobre la cual hay una hornacina que debió presidir la titular del templo. Encima un vano permite la iluminación con luz natural del interior de la iglesia. Una pequeña torre se alza sobre el lado de la epístola y también está realizada en mampostería y buena sillería de rodeno, configurando dos cuerpos, el inferior cuadrado con cornisa y el superior ochavado y con vanos de medio punto.
En la parte alta del pueblo se localizan los rectos constructivos en sillería de la ermita de Santa Bárbara.
Después de la plaza, el eje principal se bifurca en dos direcciones. Por un lado y continuando la cota de nivel, se prolonga en una senda hasta el tradicional barrio de eras -a las afueras de la población-, que en muchos casos se presentan empedradas con losas de rodeno, configurando siluetas geométricas y radioconcéntricas en torno a una losa central, para morir la senda en el río a la altura de los Pozos Bolletes. Por el otro, la calle muere tras conectar a la altura de un antiguo peirón que marca e indica la dirección, con una calzada empedrada que nos ayuda a ascender al alto del Portillo , confluencia de las sendas hacia las localidades vecinas -Obón y La Hoz de la Vieja-, y un espectacular mirador que muestra la destacada riqueza de vistas y variedad cromática del armónico paisaje de Peñarroyas y su entorno.

interesante enclave desde el punto de vista etnológico debido, fundamentalmente, a las construcciones realizadas con la técnica de la piedra seca, en los siglos XVII y XVIII. Son casillas de gran calidad técnica y estética, pues resulta sorprendente la armonía de éstas con respecto a la aridez del paisaje que las rodea. En los últimos años se ha llevado a cabo un proceso de recuperación y conservación, haciendo de Cantalobos un enriquecedor lugar por conocer. Viniendo de Zaragoza por la A-222, antes de llegar al cruce de Utrillas, podremos acceder directamente a la zona de Cantalobos, si bien iniciaremos el recorrido desde Montalbán, en cuyo trayecto podremos observar el contraste geográfico entre el verdor del valle del río Martín y la aridez que caracteriza el paraje al que nos dirigimos. Saldremos de Montalbán, entonces, orientados al norte por la carretera de las escuelas. 600 metros después de haber pasado el campo de fútbol, tomaremos un desvío a la derecha por un camino a través del cual iniciaremos el ascenso. Tan sólo tenemos que seguir por esta pista para llegar a nuestro destino. Únicamente aparecerá un desvío, para subir a lo alto del Cabezo de Aliaga, y al que no prestaremos atención. Una vez en Cantalobos, desde el Mirador ubicaremos los puntos interesantes por conocer, de modo que sólo queda que pasear a nuestro gusto, y con la esperanza de que el viento no nos resulte del todo molesto.

interesante enclave desde el punto de vista etnológico debido, fundamentalmente, a las construcciones realizadas con la técnica de la piedra seca, en los siglos XVII y XVIII. Son casillas de gran calidad técnica y estética, pues resulta sorprendente la armonía de éstas con respecto a la aridez del paisaje que las rodea. En los últimos años se ha llevado a cabo un proceso de recuperación y conservación, haciendo de Cantalobos un enriquecedor lugar por conocer.
Viniendo de Zaragoza por la A-222, antes de llegar al cruce de Utrillas, podremos acceder directamente a la zona de Cantalobos, si bien iniciaremos el recorrido desde Montalbán, en cuyo trayecto podremos observar el contraste geográfico entre el verdor del valle del río Martín y la aridez que caracteriza el paraje al que nos dirigimos.
Saldremos de Montalbán, entonces, orientados al norte por la carretera de las escuelas. 600 metros después de haber pasado el campo de fútbol, tomaremos un desvío a la derecha por un camino a través del cual iniciaremos el ascenso. Tan sólo tenemos que seguir por esta pista para llegar a nuestro destino. Únicamente aparecerá un desvío, para subir a lo alto del Cabezo de Aliaga, y al que no prestaremos atención. Una vez en Cantalobos, desde el Mirador ubicaremos los puntos interesantes por conocer, de modo que sólo queda que pasear a nuestro gusto, y con la esperanza de que el viento no nos resulte del todo molesto.

El Parque Cultural del río Martín se enclava en la Comunidad Autónoma de Aragón, al sur de la provincia de Zaragoza y al nordeste de la provincia de Teruel, a la que pertenece. Administrativamente sus pueblos pertenecen a tres comarcas: la comarca de las Cuencas Mineras (Montalbán, Torre de las Arcas, Obón y Alcaine) al sur, la comarca de Andorra-Sierra de Arcos (Alacón, Oliete y Ariño) en el centro y la comarca del Bajo Martín (Albalate del Arzobispo) en el norte. El Parque Cultural es el conjunto formado por el espacio natural de los cañones del río Martín y sus barrancos afluentes; la riqueza cultural que atesoran los conjuntos urbanos por los que discurre el río; los importantes e incluso monumentales yacimientos arqueológicos y paleontológicos; las impresionantes escena pintadas o grabadas en numerosos abrigos con arte rupestre; la flora y fauna y los tradicionales sistemas de cultivo basados en la trilogía mediterránea (trigo, vid y olivo) y cultivos hortofrutícolas de uso familiar. Está delimitado al suroeste por el puente de las Alamedas en el término municipal de Montalbán y siguiendo el curso del río Martín al noreste por Albalate del Arzobispo. Hay 13 casetas informativas distribuidas por las localidades y puntos clave del Parque. En cada una hay tres paneles: uno con información general, el central con explicación de los senderos de la localidad en la que nos encontramos y un tercer panel con datos geográficos, históricos, culturales, geológicos, etc. de la zona. También hay articuladas rutas y senderos educativos de pequeño recorrido en todo el Parque. En Montalbán-Peñarroyas se proponen 8 rutas, 3 senderos educativos y un recorrido urbano.

El Parque Cultural del río Martín se enclava en la Comunidad Autónoma de Aragón, al sur de la provincia de Zaragoza y al nordeste de la provincia de Teruel, a la que pertenece. Administrativamente sus pueblos pertenecen a tres comarcas: la comarca de las Cuencas Mineras (Montalbán, Torre de las Arcas, Obón y Alcaine) al sur, la comarca de Andorra-Sierra de Arcos (Alacón, Oliete y Ariño) en el centro y la comarca del Bajo Martín (Albalate del Arzobispo) en el norte.
El Parque Cultural es el conjunto formado por el espacio natural de los cañones del río Martín y sus barrancos afluentes; la riqueza cultural que atesoran los conjuntos urbanos por los que discurre el río; los importantes e incluso monumentales yacimientos arqueológicos y paleontológicos; las impresionantes escena pintadas o grabadas en numerosos abrigos con arte rupestre; la flora y fauna y los tradicionales sistemas de cultivo basados en la trilogía mediterránea (trigo, vid y olivo) y cultivos hortofrutícolas de uso familiar.
Está delimitado al suroeste por el puente de las Alamedas en el término municipal de Montalbán y siguiendo el curso del río Martín al noreste por Albalate del Arzobispo.
Hay 13 casetas informativas distribuidas por las localidades y puntos clave del Parque. En cada una hay tres paneles: uno con información general, el central con explicación de los senderos de la localidad en la que nos encontramos y un tercer panel con datos geográficos, históricos, culturales, geológicos, etc. de la zona.
También hay articuladas rutas y senderos educativos de pequeño recorrido en todo el Parque. En Montalbán-Peñarroyas se proponen 8 rutas, 3 senderos educativos y un recorrido urbano.

Este puente situado muy cerca de la población, sortea el paso del Rio Martín, y soporta la carretera nacional 420.

Este puente situado muy cerca de la población, sortea el paso del Rio Martín, y soporta la carretera nacional 420.

Centro de Interpretación de Geología y Espeleología de Montalbán, donde se puede conocer la historia geológica del Parque Cultural del Río Martín que tiene un interés relevante debido a la gran cantidad de formaciones rocosas que afloran y su excelente disposición para ser observadas y estudiadas;la interpretación de las señales que a lo largo del tiempo nos han dejado el agua, el viento y los seres vivos, sobre las rocas; los secretos del mundo subterráneo, las exploraciones, los descubrimientos científicos. Ubicado en una antigua bodega de vino, el centro, es además un ejemplo de conservación del patrimonio histórico aragonés. Desde allí parte la calle Estribo, un pequeño callejón con un sobrevolado, muy característico de esta localidad.

Centro de Interpretación de Geología y Espeleología de Montalbán, donde se puede conocer la historia geológica del Parque Cultural del Río Martín que tiene un interés relevante debido a la gran cantidad de formaciones rocosas que afloran y su excelente disposición para ser observadas y estudiadas;la interpretación de las señales que a lo largo del tiempo nos han dejado el agua, el viento y los seres vivos, sobre las rocas; los secretos del mundo subterráneo, las exploraciones, los descubrimientos científicos.
Ubicado en una antigua bodega de vino, el centro, es además un ejemplo de conservación del patrimonio histórico aragonés. Desde allí parte la calle Estribo, un pequeño callejón con un sobrevolado, muy característico de esta localidad.

Comunica las calles Emaús y Judería. En esta zona es donde se cree que pudo encontrarse la judería de Montalbán. Hay documentos de 1309 donde consta el agradecimiento del rey al Comendador Artal de Huertas por la admisión de 10 familias de judíos para que residan en la villa de Montalbán. Como privilegio por esta admisión el Rey ordenó que nadie, salvo el Comendador cobre pecha a los judíos de Montalbán. En el libro de Nicholas de Lange "El pueblo judío, odisea a través de los siglos" se señala que en la aljama de Montalbán se instaló una de las primeras imprentas que entraron en España (1475) junto con la de Híjar. Junto a la Casa de Cultura, en su fachada oeste, existe un edificio de construcción popular en la que cabe señalar una gran portada de medio punto de sillería bajo dintel moldurado. Actualmente está en semirruina

Comunica las calles Emaús y Judería. En esta zona es donde se cree que pudo encontrarse la judería de Montalbán. Hay documentos de 1309 donde consta el agradecimiento del rey al Comendador Artal de Huertas por la admisión de 10 familias de judíos para que residan en la villa de Montalbán. Como privilegio por esta admisión el Rey ordenó que nadie, salvo el Comendador cobre pecha a los judíos de Montalbán.
En el libro de Nicholas de Lange «El pueblo judío, odisea a través de los siglos» se señala que en la aljama de Montalbán se instaló una de las primeras imprentas que entraron en España (1475) junto con la de Híjar.
Junto a la Casa de Cultura, en su fachada oeste, existe un edificio de construcción popular en la que cabe señalar una gran portada de medio punto de sillería bajo dintel moldurado. Actualmente está en semirruina

Posiblemente una de los portales de acceso a la judería que estaría cerrada como un recinto propio.

Posiblemente una de los portales de acceso a la judería que estaría cerrada como un recinto propio.

Sobre este espacio se levanta el torreón, construido en tapial actualmente revocado. Tiene una altura equivalente a tres plantas más el bajo. Extramuros es ciego, abriéndose solamente una aspillera. Hacia el interior se abren tres huecos. Data del siglo XIV (1363). Se construyó con motivo de la guerra de los dos Pedros. Hoy en día esta edificación está destinada a sala de exposiciones, un lugar representativo de la cultura de nuestra localidad.

Sobre este espacio se levanta el torreón, construido en tapial actualmente revocado. Tiene una altura equivalente a tres plantas más el bajo. Extramuros es ciego, abriéndose solamente una aspillera. Hacia el interior se abren tres huecos. Data del siglo XIV (1363). Se construyó con motivo de la guerra de los dos Pedros.
Hoy en día esta edificación está destinada a sala de exposiciones, un lugar representativo de la cultura de nuestra localidad.

Es una torre de defensa de la muralla situada sobre una de las puertas de la villa (parte oeste). El portal de Daroca era la salida hacia esa villa, actualmente recibe el nombre de Arco de la Cárcel precisamente por la función que realizó el presente edificio (1888-1931). El cubo de elevadas proporciones sobre el arco de entrada es una solución tipológica que se repite en otros recintos turolenses como en Mosqueruela (portal de San Roque), Mirambel o Rubielos de Mora; sin embargo, éste de Montalbán está abierto también en los costados, solución que recuerda más a los de Calaceite o Muniesa. La planta a nivel del paso, está abierta y se accede a ella por arcos apuntados de sillería.

Es una torre de defensa de la muralla situada sobre una de las puertas de la villa (parte oeste). El portal de Daroca era la salida hacia esa villa, actualmente recibe el nombre de Arco de la Cárcel precisamente por la función que realizó el presente edificio (1888-1931).
El cubo de elevadas proporciones sobre el arco de entrada es una solución tipológica que se repite en otros recintos turolenses como en Mosqueruela (portal de San Roque), Mirambel o Rubielos de Mora; sin embargo, éste de Montalbán está abierto también en los costados, solución que recuerda más a los de Calaceite o Muniesa. La planta a nivel del paso, está abierta y se accede a ella por arcos apuntados de sillería.

Al norte podemos ver los Collados (parameras Montalbinas), afloraciones de ródeno, barrancos de Valdelagua y del Infierno y Cantalobos. Al sur domina la imponente vista de La Muela (1.295 m.), con la cueva del Greñicas, la piedra Chimila (farallones), Valdemiguel, el Regallo. Hacia el este, Santa Bárbara (1105 m.) y hacia el oeste el valle del río Martín.

Al norte podemos ver los Collados (parameras Montalbinas), afloraciones de ródeno, barrancos de Valdelagua y del Infierno y Cantalobos. Al sur domina la imponente vista de La Muela (1.295 m.), con la cueva del Greñicas, la piedra Chimila (farallones), Valdemiguel, el Regallo. Hacia el este, Santa Bárbara (1105 m.) y hacia el oeste el valle del río Martín.

La iglesia sufrió no sólo los avatares de la Guerra Civil española (con el desmantelamiento del interior), sino también los de la primera Guerra Carlista en el siglo XIX donde también resultó totalmente destruido el castillo de la villa. El estado actual de la Iglesia de Montalbán es fruto de las diversas fases de las obras de restauración comenzadas en el año 1965 por el arquitecto Fernando Chueca Goitia y continuadas en el tiempo por otros arquitectos como el nombrado caballero de Montalbán, Ángel Peropadre. Todavía pueden apreciarse, aunque algo deterioradas por las agresiones atmosféricas, las marcas de cantero, talladas en los sillares, con formas geométricas o líneas entrelazadas.

La iglesia sufrió no sólo los avatares de la Guerra Civil española (con el desmantelamiento del interior), sino también los de la primera Guerra Carlista en el siglo XIX donde también resultó totalmente destruido el castillo de la villa.
El estado actual de la Iglesia de Montalbán es fruto de las diversas fases de las obras de restauración comenzadas en el año 1965 por el arquitecto Fernando Chueca Goitia y continuadas en el tiempo por otros arquitectos como el nombrado caballero de Montalbán, Ángel Peropadre.
Todavía pueden apreciarse, aunque algo deterioradas por las agresiones atmosféricas, las marcas de cantero, talladas en los sillares, con formas geométricas o líneas entrelazadas.

Ayuntamiento, plaza Carlos Castel

Ayuntamiento, plaza Carlos Castel

En el subsuelo de la plaza, calle Mayor y Santa Engracia se encuentra el Caño de la Villa, posiblemente de origen medieval, que servía de canalización de las aguas subterráneas y de los propios desagües de los edificios circundantes. Todo el complejo está excavado en las capas de yesos y margas rojas que componen el substrato rocoso sobre el que se asienta la población. El denominado caño es una conducción de gran tamaño, con más de tres metros de altura en algunos lugares y al menos otros dos metros de anchura, pensado como cloaca máxima de la población. Aledañas al caño se han construido numerosas bodegas que demuestran una gran tradición vinícola de la comarca. Algunas de estas bodegas destacan por su gran espectacularidad (más de 30 metros). La fecha de la construcción puede encontrarse bien entrado el siglo XIX. No obstante el conjunto es de gran interés, no sólo desde el punto de vista etnológico, sino también desde el monumental, teniendo en cuenta además que se encuentra en uno de los cascos históricos incluídos en el Parque Cultural del río Martín. Una de las mayores aspiraciones de los montalbinos es que algún día pueda visitarse turísticamente y pueda tener un aprovechamiento cultural. Todo el complejo subterráneo fue unido por aberturas en las paredes y conductos sirviendo de refugio en la guerra carlista y en la posterior guerra civil. Además de este hecho, algunas bodegas eran compartidas por varios propietarios, lo que hacía que prácticamente todas estuvieran comunicadas entre si. Esta circunstancia hacía peligroso el acceder a cualquiera de las bodegas durante los trabajos de elaboración del vino y su posterior fermentación. Para evitar esto, y que nadie se adelantase al proceso, se propuso que hasta el 1 de noviembre no entrara ninguna carga de uva en el pueblo, ya que a partir de esa fecha se realizara el trabajo de todos al mismo tiempo

En el subsuelo de la plaza, calle Mayor y Santa Engracia se encuentra el Caño de la Villa, posiblemente de origen medieval, que servía de canalización de las aguas subterráneas y de los propios desagües de los edificios circundantes. Todo el complejo está excavado en las capas de yesos y margas rojas que componen el substrato rocoso sobre el que se asienta la población. El denominado caño es una conducción de gran tamaño, con más de tres metros de altura en algunos lugares y al menos otros dos metros de anchura, pensado como cloaca máxima de la población.
Aledañas al caño se han construido numerosas bodegas que demuestran una gran tradición vinícola de la comarca. Algunas de estas bodegas destacan por su gran espectacularidad (más de 30 metros). La fecha de la construcción puede encontrarse bien entrado el siglo XIX. No obstante el conjunto es de gran interés, no sólo desde el punto de vista etnológico, sino también desde el monumental, teniendo en cuenta además que se encuentra en uno de los cascos históricos incluídos en el Parque Cultural del río Martín. Una de las mayores aspiraciones de los montalbinos es que algún día pueda visitarse turísticamente y pueda tener un aprovechamiento cultural.
Todo el complejo subterráneo fue unido por aberturas en las paredes y conductos sirviendo de refugio en la guerra carlista y en la posterior guerra civil. Además de este hecho, algunas bodegas eran compartidas por varios propietarios, lo que hacía que prácticamente todas estuvieran comunicadas entre si. Esta circunstancia hacía peligroso el acceder a cualquiera de las bodegas durante los trabajos de elaboración del vino y su posterior fermentación. Para evitar esto, y que nadie se adelantase al proceso, se propuso que hasta el 1 de noviembre no entrara ninguna carga de uva en el pueblo, ya que a partir de esa fecha se realizara el trabajo de todos al mismo tiempo

En el siglo XX una plaga de filoxera diezmó los viñedos, siendo la causante de que muchas de las bodegas en estos momentos estén abandonadas y en condiciones precarias al no seguir los propietarios con la elaboración vinícola y quedar relegadas a un segundo término. Las cubas existentes dentro, de gran tamaño y capacidad, debían montarse en el interior de las bodegas por los llamados cuberos, especialistas en este arte. Había un dicho que decía que, para que saliera buen vino, las uvas debían pasar por la Pileta y Santa Engracia, dejando constancia de la calidad de uva que se vendimiaba en lo que es todo el camino de bajada al barrio de Peñarroyas.

En el siglo XX una plaga de filoxera diezmó los viñedos, siendo la causante de que muchas de las bodegas en estos momentos estén abandonadas y en condiciones precarias al no seguir los propietarios con la elaboración vinícola y quedar relegadas a un segundo término.
Las cubas existentes dentro, de gran tamaño y capacidad, debían montarse en el interior de las bodegas por los llamados cuberos, especialistas en este arte. Había un dicho que decía que, para que saliera buen vino, las uvas debían pasar por la Pileta y Santa Engracia, dejando constancia de la calidad de uva que se vendimiaba en lo que es todo el camino de bajada al barrio de Peñarroyas.

En 1189 Montalbán pertenece a los Azagra de Albarracín y en 1210 Pedro II entregó a la Orden de Santiago la villa de Montalbán para fortificar y organizar su defensa porque, siendo tierra de frontera y estar escasamente poblada, era amenazada constantemente por los ejércitos islámicos. El primer Comendador, título que se asignaba a determinados caballeros de las órdenes militares a los que se atribuían funciones de gobierno en el castillo, fue Pedro Sessé. En 1366, Montalbán era la primera fortaleza de está línea presente en el Maestrazgo; estas fortificaciones fueron levantadas para impedir las invasiones castellanas. En la iglesia del castillo fue enterrado don Pedro Fernández de Ixar, hijo del rey don Jaime I el Conquistador, ya que el monarca profesaba un profundo cariño por estas tierras como puede apreciarse en sus documentos cuando se observa el mimo con que Montalbán era tratada. Pero cuando realmente se deterioró el castillo, llegando casi a su total desparición, fue durante las guerras carlistas en el siglo XIX. En 1839 Montalbán soporta su primer asedio aunque lo resiste y el enemigo se retira. Días después será sometida a un segundo asalto en el que vuelan un trozo de muralla, por el que no consiguen penetrar en la villa. Al pedir medicinas los sitiados al general Cabrera, que era el que dirigía a las tropas carlistas, éste se las negó pero mostró cierto interés por los enfermos, entre los que había también 13 de sus soldado, y les dijo que colocaran una bandera en el tejado del hospital para así evitar que éste fuera atacado. Los que defendían Montalbán así lo hicieron. El general Cabrera aprovechó esto para dirigir sus cañones hacia el hospital, 66 granadas cayeron dentro provocando su ruina y la muerte de todos los que allí se encontraban. Tras este ataque consiguen entrar en Montalbán, pero al ver el estado en que había quedado, ordenó su evacuación y abandono. En junio de 1839 la villa de Montalbán había sido reducida a escombros. Manuela Cirugeda -de tan sólo 22 años- combatió como un soldado más, siendo una auténtica heroína. En la actualidad una de las calles de Montalbán lleva su nombre desde 1990.

En 1189 Montalbán pertenece a los Azagra de Albarracín y en 1210 Pedro II entregó a la Orden de Santiago la villa de Montalbán para fortificar y organizar su defensa porque, siendo tierra de frontera y estar escasamente poblada, era amenazada constantemente por los ejércitos islámicos.
El primer Comendador, título que se asignaba a determinados caballeros de las órdenes militares a los que se atribuían funciones de gobierno en el castillo, fue Pedro Sessé. En 1366, Montalbán era la primera fortaleza de está línea presente en el Maestrazgo; estas fortificaciones fueron levantadas para impedir las invasiones castellanas.
En la iglesia del castillo fue enterrado don Pedro Fernández de Ixar, hijo del rey don Jaime I el Conquistador, ya que el monarca profesaba un profundo cariño por estas tierras como puede apreciarse en sus documentos cuando se observa el mimo con que Montalbán era tratada.
Pero cuando realmente se deterioró el castillo, llegando casi a su total desparición, fue durante las guerras carlistas en el siglo XIX. En 1839 Montalbán soporta su primer asedio aunque lo resiste y el enemigo se retira. Días después será sometida a un segundo asalto en el que vuelan un trozo de muralla, por el que no consiguen penetrar en la villa. Al pedir medicinas los sitiados al general Cabrera, que era el que dirigía a las tropas carlistas, éste se las negó pero mostró cierto interés por los enfermos, entre los que había también 13 de sus soldado, y les dijo que colocaran una bandera en el tejado del hospital para así evitar que éste fuera atacado. Los que defendían Montalbán así lo hicieron. El general Cabrera aprovechó esto para dirigir sus cañones hacia el hospital, 66 granadas cayeron dentro provocando su ruina y la muerte de todos los que allí se encontraban. Tras este ataque consiguen entrar en Montalbán, pero al ver el estado en que había quedado, ordenó su evacuación y abandono. En junio de 1839 la villa de Montalbán había sido reducida a escombros. Manuela Cirugeda -de tan sólo 22 años- combatió como un soldado más, siendo una auténtica heroína. En la actualidad una de las calles de Montalbán lleva su nombre desde 1990.

Es el único arco que conserva las puertas. Señala el camino hacia la ermita del mismo nombre (ya desaparecida). El portal es la salida este de la villa, en dirección al valle del río Martín. Se construyó en 1363 (como otros portales y parte de la muralla) con motivo de la guerra de los dos Pedros. Es un arco apuntado de sillería que arranca desde el suelo. En el interior presenta un arco apuntado muy rebajado, situado a partir de la altura de la clave exterior para albergar el mecanismo de las puertas. Enfrente del portal, intramuros, puede verse un conjunto de dos edificios con medianil, de tres plantas, son de tipología medieval, los dos pisos superiores vuelan considerablemente, conservan algunos huecos de ventana pequeños, con derrame hacia el exterior que favorece la entrada de luz e impide el frío, y alero de madera.

Es el único arco que conserva las puertas. Señala el camino hacia la ermita del mismo nombre (ya desaparecida). El portal es la salida este de la villa, en dirección al valle del río Martín. Se construyó en 1363 (como otros portales y parte de la muralla) con motivo de la guerra de los dos Pedros. Es un arco apuntado de sillería que arranca desde el suelo. En el interior presenta un arco apuntado muy rebajado, situado a partir de la altura de la clave exterior para albergar el mecanismo de las puertas.
Enfrente del portal, intramuros, puede verse un conjunto de dos edificios con medianil, de tres plantas, son de tipología medieval, los dos pisos superiores vuelan considerablemente, conservan algunos huecos de ventana pequeños, con derrame hacia el exterior que favorece la entrada de luz e impide el frío, y alero de madera.

Llamada así por estar dedicada a los caídos. Fue un lugar estratégico de vigilancia y actualmente un estupendo mirador.

Llamada así por estar dedicada a los caídos. Fue un lugar estratégico de vigilancia y actualmente un estupendo mirador.

Después de más de 100 años presidiendo la entrada oeste de Montalbán, nuestro querido puente cedió ante las exigencias del progreso. El 23 de enero de 1993, en poco más de media hora las máquinas acabaron con él. Posteriormente se construyó uno nuevo, que evidentemente no puede reemplazar al antiguo.

Después de más de 100 años presidiendo la entrada oeste de Montalbán, nuestro querido puente cedió ante las exigencias del progreso. El 23 de enero de 1993, en poco más de media hora las máquinas acabaron con él.
Posteriormente se construyó uno nuevo, que evidentemente no puede reemplazar al antiguo.

La torre, situada a los pies, en el lado del evangelio, tiene un primer cuerpo de planta cuadrada que pasa a ser octogonal, con una torreta adosada que contiene la escalera de caracol. A partir del cuerpo de campanas el ladrillo reemplaza a la sillería, rematándose en chapitel octogonal. La iglesia es de las más importantes de Aragón, tal como dice G. Borrás en su estudio mudéjar turolense: "Constituye uno de los monumentos mudéjares de Aragón de mayor interés tipológico juntamente con la iglesia de San Pedro de la ciudad de Teruel, a la que probablemente sirve de precedente". En el lado del evangelio aún pueden admirarse una pila bautismal de piedra del siglo XIV con labor de sogueado y un mural de Santiago ecuestre del siglo XIX

La torre, situada a los pies, en el lado del evangelio, tiene un primer cuerpo de planta cuadrada que pasa a ser octogonal, con una torreta adosada que contiene la escalera de caracol. A partir del cuerpo de campanas el ladrillo reemplaza a la sillería, rematándose en chapitel octogonal. La iglesia es de las más importantes de Aragón, tal como dice G. Borrás en su estudio mudéjar turolense: «Constituye uno de los monumentos mudéjares de Aragón de mayor interés tipológico juntamente con la iglesia de San Pedro de la ciudad de Teruel, a la que probablemente sirve de precedente».
En el lado del evangelio aún pueden admirarse una pila bautismal de piedra del siglo XIV con labor de sogueado y un mural de Santiago ecuestre del siglo XIX

Es, sin lugar a dudas, el monumento arquitectónico más representativo de nuestra villa. Está dedicada al Apóstol Santiago el Mayor. Constituye una de las muestras mudéjares de Aragón de mayor interés tipológico, pero una de sus características más sobresalientes es la de pertenecer a la jurisdicción de una orden militar, ya que fue sede de la Encomienda Mayor de Aragón de los caballeros de Santiago. Su construcción data del siglo XIV. La iglesia presenta dos fases en su estructura: una primera siguiendo los modelos gótico levantinos, que se plasma en la planta y llega hasta el arranque de las bóvedas de las capillas laterales y una segunda que abarca desde ese punto hasta la terminación y es ya claramente mudéjar. La primera fase se realiza en piedra y la segunda en ladrillo. Es un templo de una nave, de las más anchas de España (21 m.), 50 m. de longitud y 19 m. de altura, de tres tramos y cabecera heptagonal, con capillas entre contrafuertes, tanto en la nave como en la cabecera. Las bóvedas son de crucería sencilla propias de la época de construcción. En el exterior se acusa esta grandiosa estructura, destacando la nave central con los contrafuertes, envuelta por el volumen corrido de las capillas laterales. Sobre ellas discurre una galería (andaderas), propia de la tradición mudéjar, que se abre al exterior por escasos huecos ojivales. Entre estos huecos se concentra la decoración mudéjar. Desde este nivel hasta la cornisa, el acabado exterior es de ladrillo, cuya realización mudéjar se advierte en las zonas más ornamentales , como son los contrafuertes. Estos son de planta rectangular en la nave y poligonal en la cabecera y en ellos se desarrollan los motivos claves de la ornamentación mudéjar turolense que utiliza las posibilidades que ofrece el ladrillo visto: frisos de esquinillas, paños con decoración romboidal, cornisas de ladrillo voladas, incluyendo elementos de cerámica vidriada. Dos portadas, aún góticas, se abren a ambos lados de la nave: son apuntadas y con gran abocinamiento, la del norte con seis arquivoltas.

Es, sin lugar a dudas, el monumento arquitectónico más representativo de nuestra villa. Está dedicada al Apóstol Santiago el Mayor. Constituye una de las muestras mudéjares de Aragón de mayor interés tipológico, pero una de sus características más sobresalientes es la de pertenecer a la jurisdicción de una orden militar, ya que fue sede de la Encomienda Mayor de Aragón de los caballeros de Santiago.
Su construcción data del siglo XIV. La iglesia presenta dos fases en su estructura: una primera siguiendo los modelos gótico levantinos, que se plasma en la planta y llega hasta el arranque de las bóvedas de las capillas laterales y una segunda que abarca desde ese punto hasta la terminación y es ya claramente mudéjar. La primera fase se realiza en piedra y la segunda en ladrillo.
Es un templo de una nave, de las más anchas de España (21 m.), 50 m. de longitud y 19 m. de altura, de tres tramos y cabecera heptagonal, con capillas entre contrafuertes, tanto en la nave como en la cabecera. Las bóvedas son de crucería sencilla propias de la época de construcción. En el exterior se acusa esta grandiosa estructura, destacando la nave central con los contrafuertes, envuelta por el volumen corrido de las capillas laterales. Sobre ellas discurre una galería (andaderas), propia de la tradición mudéjar, que se abre al exterior por escasos huecos ojivales. Entre estos huecos se concentra la decoración mudéjar.
Desde este nivel hasta la cornisa, el acabado exterior es de ladrillo, cuya realización mudéjar se advierte en las zonas más ornamentales , como son los contrafuertes. Estos son de planta rectangular en la nave y poligonal en la cabecera y en ellos se desarrollan los motivos claves de la ornamentación mudéjar turolense que utiliza las posibilidades que ofrece el ladrillo visto: frisos de esquinillas, paños con decoración romboidal, cornisas de ladrillo voladas, incluyendo elementos de cerámica vidriada.
Dos portadas, aún góticas, se abren a ambos lados de la nave: son apuntadas y con gran abocinamiento, la del norte con seis arquivoltas.

Montalbán recibe su nombre del castillo que presidió durante muchos años el casco urbano de la villa, sobre la margen izquierda del río Martín. La historia de la villa se halla estrechamente vinculada al Castillo de Montalbán y la encomienda de Santiago; de la fortaleza y monasterio sólo persisten los cimientos, ya que fueron destruidos a cañonazos durante la primera guerra carlista (1839) por el general Cabrera. Montalbán aparece por vez primera en la documentación cristiana en 1158, cuando Adriano IV confirmó al obispo de Zaragoza, Pedro, todas las iglesias de su diócesis, entre las cuales se incluía la de Montalbán. No se conoce con exactitud la fecha en la que fue reconquistada a los musulmanes, más en 1189 pertenecía a los dominios de Fernán Ruiz de Azagra. En Montalbán se fundó una encomienda que pasaría a llevar el título de Encomienda Mayor de Aragón, si bien su prior estaba sometido al prior de Uclés. Montalbán es considerada una de las poblaciones más hermosas de la comarca. La villa fue plaza amurallada, como lo atestiguan todavía las murallas existentes, con sus dos puertas y una torre con arco. Estas fortificaciones datan del año 1363 y surgieron para impedir las invasiones procedentes de Castilla. En un extremo de la calle mayor se yergue la Iglesia del Apóstol Santiago, templo gótico-mudéjar. Se construyó durante los siglos XIII y XIV a base de piedra de sillar —estilo gótico— y se concluyó con ladrillo y cerámica, típicos del estilo mudéjar. Posee amplia nave única, capillas laterales y ábside de siete lados. En el exterior, es de gran interés la torre, compuesta por la Torre Principal y otra interior que hace función de escalera. Sin embargo, lo más destacado es la parte superior mudéjar de la iglesia que posee un andador, confiriendo a la construcción un marcado carácter militar. Esta excelente combinación le ha otorgado la consideración de Monumento Histórico Artístico. Bajo la iglesia se puede acceder al Centro de Interpretación de Geología y Espeleología del Parque Cultural del Río Martín, alojado en una gran bodega de tradición medieval. A través del Portal de Daroca o Torreón de la Cárcel, que así se llama también en recuerdo de su antigua función, se accede al casco histórico. Al norte se abre el Portal de la Muralla, conocido también como Portal de la Rambla. Por último, cabe reseñar el complicado y espectacular entramado de bodegones y pasadizos subterráneos con comunicaciones que se extienden por todo el casco antiguo. Sus paisajes inolvidables y su clima excelente hacen de Montalbán un lugar idóneo para el turismo rural.

Montalbán recibe su nombre del castillo que presidió durante muchos años el casco urbano de la villa, sobre la margen izquierda del río Martín.
La historia de la villa se halla estrechamente vinculada al Castillo de Montalbán y la encomienda de Santiago; de la fortaleza y monasterio sólo persisten los cimientos, ya que fueron destruidos a cañonazos durante la primera guerra carlista (1839) por el general Cabrera.
Montalbán aparece por vez primera en la documentación cristiana en 1158, cuando Adriano IV confirmó al obispo de Zaragoza, Pedro, todas las iglesias de su diócesis, entre las cuales se incluía la de Montalbán. No se conoce con exactitud la fecha en la que fue reconquistada a los musulmanes, más en 1189 pertenecía a los dominios de Fernán Ruiz de Azagra.
En Montalbán se fundó una encomienda que pasaría a llevar el título de Encomienda Mayor de Aragón, si bien su prior estaba sometido al prior de Uclés.
Montalbán es considerada una de las poblaciones más hermosas de la comarca. La villa fue plaza amurallada, como lo atestiguan todavía las murallas existentes, con sus dos puertas y una torre con arco. Estas fortificaciones datan del año 1363 y surgieron para impedir las invasiones procedentes de Castilla.
En un extremo de la calle mayor se yergue la Iglesia del Apóstol Santiago, templo gótico-mudéjar. Se construyó durante los siglos XIII y XIV a base de piedra de sillar —estilo gótico— y se concluyó con ladrillo y cerámica, típicos del estilo mudéjar. Posee amplia nave única, capillas laterales y ábside de siete lados. En el exterior, es de gran interés la torre, compuesta por la Torre Principal y otra interior que hace función de escalera. Sin embargo, lo más destacado es la parte superior mudéjar de la iglesia que posee un andador, confiriendo a la construcción un marcado carácter militar. Esta excelente combinación le ha otorgado la consideración de Monumento Histórico Artístico.
Bajo la iglesia se puede acceder al Centro de Interpretación de Geología y Espeleología del Parque Cultural del Río Martín, alojado en una gran bodega de tradición medieval.
A través del Portal de Daroca o Torreón de la Cárcel, que así se llama también en recuerdo de su antigua función, se accede al casco histórico. Al norte se abre el Portal de la Muralla, conocido también como Portal de la Rambla.
Por último, cabe reseñar el complicado y espectacular entramado de bodegones y pasadizos subterráneos con comunicaciones que se extienden por todo el casco antiguo.
Sus paisajes inolvidables y su clima excelente hacen de Montalbán un lugar idóneo para el turismo rural.

Portal de Daroca. Torreón de la Cárcel (S. XIV)

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